La censura es una tendencia propia de los partidos del sistema. Sean de derechas o de izquierda siempre tendrán tendencias autoritarias y, en el peor de los casos, totalitarias. Integrarlos en el sistema es aceptar este tipo de estupideces, aceptar menos libertad de conciencia para encarar los desafíos de toda la comunidad. Y tener que lidiar con sus aparatos de censura y corrección de la realidad cuando les representa un desafío. Cuando les recuerda que no pintan nada, que no entienden nada.
En el caso de la juventud millenniall, la censura no es más que una performance, sin contenido, pues la mayoría son estúpidos ignorantes, que pretenden resolver problemas sin tener ni idea sobre ellos, por la vía fácil: la pataleta, el selfie y las pellas.
La falta de responsabilidad con respecto la libertad de creación y nuestro patrimonio es tan brutal, que casi estos niñatos se merecen vivir en un mundo de macramé, tan falso como sus ideales.
La censura retroactiva recuerda aquellos pasajes de 1984 en los que el Gran Hermano borra el pasado y lo reescribe para poder modelar el presente a su gusto. Es curioso que quien defiende esta nueva restricción en las libertades son aquellos que lo hacen en nombre de la libertad. El revisionismo histórico es la nueva moda, todo debe pasar por el filtro de la corrección política. Lo siento, que conmigo no cuenten. Las cosas han sido como han sido o como nos las han contado
La juventud de este siglo es la primera en siglos que va a vivir o que ya vive peor que la de sus padres. Más que conciencia veo resentimiento, veo odio por los valores culturales del s. XX, seguramente muy deficiente para algunas realidades contemporáneas, pero poderosos profundos y revolucionarios como pocos.
Pretender corregir textos de “Lo que el viento se llevó” para que las nuevas generaciones no spean como eran las sociedades en tiempos pasados, es uno de los errores más grandes que pueden cometer esas mentes que de tanto pensar cómo arreglar lo que ya no tiene arreglo, se pasaron de rosca porque los tiempos no son los mismos.
Entiendo que haya que mirar con respeto el pasado y entender qué hicimos mal para no repetirlo en el futuro. Pero no poder disfrutar de una obra porque no representa los valores actuales es renunciar a la historia del arte. Es tan absurdo como pretender que una serie como Friends fuera algo más que una serie sobre un grupo de amigos blancos, de clase media/alta en Nueva York. Que se llegara a prohibir por no "representar y olvidar los conflictos de grupos oprimidos" sería tan absurdo como fiscalizar cuántas lesbianas han aparecido en las series españolas en el último año.
Es un debate avivado por este último caso de racismo, pero vivo en otras disciplinas como la LIteratura. En Francia todavía debaten si Céline debería ser celebrado públicamente u olvidado como el brillante depravado. El debate es tan antiguo como preguntarse si el autor y su obra deben respetar el orden moral y si no se puede apreciar la segunda si el autor/autora fue una persona miserable.
La realidad es que ante una obra no hay que preguntarse qué falta por representar sino qué pretendían representar los creadores y si se hizo correctamente.
La censura como avance social: plataformas eliminan clásicos y series por racismo en su contenido
La muerte de George FLoyd ha cambiado la forma en la que la industria de la televisión se mira a sí misma. En los últimos días, un clásico histórico del cine como "Lo que el viento se llevó" ha sido suprimido de la plataforma HBO MAX.
En EEUU, gran parte de las cadenas y plataformas están reuniendo el abanico más amplio de contenido sobre injusticia racial al mismo tiempo que buscan en los más recónditos rincones de su videoteca para eliminar rastros controvertidos o "desactualizados".
La debilidad, que se encuentra en la ignorancia, sigue siendo más poderosa que la relfexión crítica. En EEUU, lo demuestra cómo tratan unos y otros el tema racial.