Ayer cerca de mi casa ví a una mujer de mediana edad tirada en el arcén con una rueda pinchada y haciendo gestos pidiendo ayuda. Ví a más de una docena de coches, todos conducidos por hombres, pero ninguno paró para ayudar a esa mujer. ¿La razón? Hay miedo a verte envuelto en un merdé.
No lo dudes: hay miedo. Ayudar a una mujer a la que se le ha pinchado una rueda es un caso flagrante de machismo, porque equivale a considerar que una mujer no puede entender de coches, que hombres y mujeres no somos iguales, que ellas son unas incapaces y que no saben defenderse en temas tradicionalmente acotados a los hombres. Y, además, pretender socorrer a una mujer en la adversidad sería una muestra obscena de superioridad, un "aquí vengo yo a rescatarte", una exhibición de testosterona repugnante y un acto de paternalismo injustificable.